domingo, 28 de marzo de 2010

Comunicación a la deriva

En la noche del pasado 26 de marzo, echó a andar el blog, y lo hizo sin nombre. Pobre pedacito de ciberespacio, que irrumpe con modestia en un universo de grandes y pequeñas voces. Vino al mundo así por un ataque de espontaneidad. Nació sin nombre y... tras meditarlo unas horas, me decanté por 'Comunicación a la deriva'. Nombre y apellidos que nos plantean un reto que, entre todos, podemos alcanzar.

La comunicación política (tema central de este blog) ha perdido el norte. Si analizamos el panorama nacional, la cosa no pinta del todo bien. Estamos a la deriva porque el marketing político nos ha impuesto una absurda campaña permanente que no beneficia a nadie, al menos, en los términos en los que se vive (o se sufre) en nuestro país. Los partidos políticos tienen la legítima aspiración de alcanzar el poder y, para conseguirlo, cuentan con las también legítimas herramientas que les brinda el marketing. Esto es cierto, pero no es de recibo que el afán electoralista y partidista haya pervertido a este 'hijo' tan sofisticado del marketing comercial.

El debate en el Congreso se sustituye por las acusaciones, réplicas y contrarréplicas en los medios de comunicación, las decisiones difíciles se aplazan por lo que marcan las encuestas, inventan un nuevo lenguaje para no llamar las cosas por su nombre, la imagen y la oratoria frívola anulan el trabajo abnegado y eficaz del político, etc. Son síntomas de una enfermedad que afecta a la comunicación política y, por lo tanto, a la democracia.

Como bien dice la profesora Canel, la comunicación política "es la actividad de determinadas personas e instituciones (políticos, comunicadores, periodistas y ciudadanos), en la que, como resultado de la interacción, se produce un intercambio de mensajes con los que se articula la toma de decisiones políticas así como la aplicación de éstas en la comunidad". Por tanto, si la comunicación política falla, tenemos un problema.

Nuestro gran reto es que la comunicación, pilar de la democracia, no acabe naufragando. En su deriva, podemos intervenir y marcar una hoja de ruta con unos mínimos éticos que respetar. Los partidos políticos deben poner de su parte, pero los medios de comunicación también. El papel de estos últimos como nexo de unión entre los políticos y los ciudadanos está plagado de lunares. Y es que la Prensa está lastrada por múltiples intereses que nada tienen que ver con los principios del periodismo.

Hay mucho trabajo por hacer, pero nada se puede dar por perdido. Ni todos los políticos ni todos los medios son iguales. Afortunadamente, los hay que apuestan por una nueva forma de hacer política y de informar. Defienden otra forma de ver la comunicación y el marketing políticos. En este blog, apuesto por lo que bautizo como Comunicación Política Cívica (CPC) que, entre otros cometidos, debe promover una opinión pública activa. Estoy convencido de que los partidos políticos pueden luchar por los votos y los medios de comunicación por las audiencias respetando ciertos principios básicos que ahora son esquivados. Necesitamos demócratas practicantes. La CPC puede ayudarnos a cumplir este reto, que, por fortuna, es el sueño de muchos.



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