Lo de Felipe González no hay quien lo entienda. ¿A qué viene ahora esa confesión propia de un novato? En una entrevista concedida a El País, el ex presidente del Gobierno ha destapado la caja de los truenos del terrorismo de Estado contra ETA: "Tuve que decidir si se volaba la cúpula de ETA. Dije no. Y no sé si hice lo correcto". Estas declaraciones tienen el valor que tienen por el momento en que se producen. El Gobierno está machacado por la crisis, el PSOE no levanta cabeza en las encuestas, Rubalcaba (con pasado felipista) es la nueva diana de los dardos del PP y un inoportuno Eguiguren habla (cuando no debe) sobre una supuesta tregua navideña de los asesinos. Todos estos factores multiplican el efecto corrosivo de la bomba informativa soltada por el ex mandatario socialista.
Las palabras de González (mal acogidas, en silencio, por muchos de sus compañeros) son muy desafortunadas porque levantan la sospecha del terrorismo de Estado en un momento muy difícil para el PSOE y para Zapatero. ¿Qué gana el ex presidente diciendo eso? ¿Qué gana su partido? ¿Qué ganan los españoles? Sinceramente, lo único que ha conseguido González son titulares negativos en la prensa, un buen dolor de cabeza para el PSOE y una nueva inyección de confusión en la ciudadanía. Esta incontinencia verbal no es propia de un político de su experiencia. Ha dado cartuchos al PP para atacar a Rubalcaba (pilar del Ejecutivo de Zapatero) y nos devuelve a un discurso político crispado, manido y vacío.
A pesar de todo esto, concluir de su confesión, como hacen el PNV y el PP, que González es la X de los GAL, es imaginar mucho. Detrás de este corolario hay grandes dosis de fantasía malintencionada y poca lógica, toneladas de especulación y poca justicia. Si piensan que González es la X, que lo lleven a los tribunales y no descansen hasta verlo derrotado por la fuerza de la razón. Con esto no digo que los GAL no hayan existido nunca, tan solo mantengo que no está probado que el ex presidente tenga nada que ver con ese grupo de asesinos. Los ciudadanos ya estamos cansados de acusaciones gravísimas sostenidas con alfileres que no tienen consecuencias tras demostrarse su falsedad. No se puede hablar por hablar, eso lo dejamos para los almuerzos de familia o las barras de bar.
González ha hablado más como ciudadano que como un ex presidente que aún cuenta para su partido. Ha abierto su corazón para mostrarnos sus debilidades y sus dudas, se ha bajado del altar donde lo tienen muchos españoles para decirnos que él también tiene tentaciones, que él haría lo que muchos: aniquilar a los asesinos por la fuerza. Pero González ha elegido un mal momento para confesarse, esta vez, Felipe, ha errado.
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