La influencia es la base del poder y, por tanto, lo que mueve el mundo. Cada acto que se sustenta en el verbo 'influenciar' tiene una motivación distinta, pero no deja de ser una forma de poder. Es lo que tanto desean los gobernantes, los grandes empresarios, los líderes espirituales e, incluso, el vecino de al lado cuando quiere ganar una votación en una reunión de la comunidad.
Hay muchas maneras de influir y, cada una, se sirve de una herramienta madre. Por ejemplo, podemos influenciar gracias a un chantaje, a un soborno, por pura conveniencia del otro, por nuestros atractivos personales o por nuestra credibilidad. Este último es un valor primordial que deben proteger aquellos que quieran ejercer el poder que se deriva de la palabra, de la oratoria. Si queremos que nuestra credibilidad perviva en el tiempo y no sea solo un destello de brillantez, debemos respetar los siguientes principios:
- Coherencia: cumplir con hechos lo que se dice.
- Honestidad: aumentan su credibilidad las personas que actúan a partir de valores como la verdad o la justicia.
- Consistencia: no cambies de discurso (salvo si es equivocado).
- Persistencia: son más creíbles las personas que mantienen la esencia de su discurso con el paso del tiempo.
- Fiabilidad: los que tienen éxito en sus tareas de manera recurrente, potencian su credibilidad.
- Proximidad y apertura: nos resultan más creíbles las personas a las que sentimos cerca, personas que pensamos que empatizan con nosotros.
Hay otros caminos para llegar a la credibilidad, pero estos son esenciales para conquistar la razón y el corazón de nuestro público. Como he hecho en otras ocasiones, recomiendo la lectura del libro 'Comunicación Sostenible', en él, encontraréis estas y otras claves de la credibilidad. Suerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario