Entrar a reflexionar sobre si son veraces o no los datos del último barómetro del CIS es una tarea que me queda bastante lejos, sobre todo, porque para dar una opinión solvente tendría que ser lo que no soy, un experto en demoscopia. Pero sí que podemos comentar otros aspectos de gran interés sobre el asunto y plantear dudas. El sondeo echo público por el Centro de Investigaciones Sociológicas recorta en tres puntos la ventaja que el PP saca al PSOE y la deja en 7, una diferencia que sí se puede devorar hasta la cita con las urnas.
Lo que está muy claro es que encuestas como esta inyectan moral en las filas y en la militancia socialistas. El efecto CIS es como marcar un gol cuando llevas tres en contra y aún quedan veinte minutos de partido (es decir, hay esperanza). Pero el barómetro dice más cosas, entre ellas, que, según los encuestados, Rubalcaba es más honesto, eficaz, dialogante y mejor negociador que su rival, Mariano Rajoy (quien, lógicamente, no se cree lo que afirma el CIS).
A las instituciones, empresas y partidos políticos les encantan las encuestas, vivimos en la sondeomanía y ya no falta en ningún plan estratégico. Sea para conseguir votos, para aprobar una medida gubernamental o para vender coches, nos topamos con un sondeo. Instrumento que nos permite opinar pero que también es un arma de doble filo que facilita la manipulación.
Las encuestas no son inocentes, parecen fortalecer la democracia porque permite a la opinión pública expresarse, pero detrás de ellas, muchas veces, no se cultiva el ánimo democrático sino la alianza de los intereses y los beneficios partidistas.
El efecto CIS es análogo al efecto que tienen muchas encuestas sobre tantas y tantas realidades que se miden en ellas. En este caso, el barómetro da alas al PSOE y a sus afines para emprender la dura batalla que tienen por delante, pero nos queda la duda de los criterios que se han seguido para hacerlo. Y bajo esta sombra no solo está el CIS, sino muchos medios de comunicación que encargan encuestas sospechosas (sobre una misma realidad arrojan datos irreconciliables y ajenos por completo a la ciencia que, se supone, debe sustentar a las encuestas).
El sondeo del CIS no hay que tragárselo sin más, leamos a los expertos, escuchemos a los que saben y concluyamos si hay ciencia o política detrás de él.
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