El presidente del Gobierno, en un ataque de lucidez, ha anunciado que adelantará las elecciones. La cita con las urnas será el 20 de noviembre, cuatro meses antes de acabar esta tortuosa legislatura. Su tiempo ha terminado y no tenía mucho sentido iniciar el nuevo ejercicio económico con un equipo que no seguirá a los mandos del avión tras las generales (gane Rubalcaba o Rajoy, ni ZP ni su cuadrilla ministerial continuarán).
Tras el idilio de la primera legislatura, el presidente se topó con una crisis de proporciones bíblicas que acabó con su sueño socialista. En sus primeros cuatro años, debió impulsar medidas para reforzar la competitividad de la economía y no lo hizo; y entre 2008 y 2009, negó un cáncer que ha acabado por comérselo de los pies a la cabeza.
Ahora, con las encuestas en contra del PSOE, casi cinco millones de parados y un panorama internacional que nada ayuda a la recuperación económica, tenemos un horizonte electoral claro. El 20 de noviembre está muy cerca. Rubalcaba tiene por delante el reto político de su vida y Rajoy la antesala de unos años de gobierno muy duros.
Los socialistas lo tienen todo perdido y arriesgarán en la campaña electoral, por su parte, los populares harían muy mal en confiarse y pensar que está todo ganado. Cada voto cuenta, cada mensaje debe ser medido, cada novedad en la evolución de la economía influirá en la decisión del voto.
Son tiempos difíciles, esperemos que nuestros políticos no solo hagan una campaña técnicamente interesante sino que detrás haya ideas para afrontar la crisis. Los ciudadanos queremos alternativas, proyectos sólidos e ideas y no solo simples eslóganes y oradores de pacotilla. La hora de la verdad ha llegado.
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