“(…) la guerra no empieza nunca con el primer tiro.
La guerra empieza con el cambio de lenguaje. La Segunda Guerra Mundial no
empezó con el ataque a Polonia. Empezó con el lenguaje. Lo mismo ocurrió en los
Balcanes. De pronto aparecen palabras como luchar, liquidar, enemigo, matar,
aplastar. Es el lenguaje de la agresión y de la arrogancia. Lo vemos en los
medios y lo vemos en los discursos políticos, en las discusiones públicas y
privadas. Así se prepara el ambiente, se caldea la atmósfera para cuando
empiecen los tiros” (Kapuscinski, 2002).
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