Durante la pasada campaña electoral, hemos sido testigos de un avance claro de los políticos hacia el mundo 2.0. La presencia de candidatos a alcaldías y comunidades en las redes sociales de Internet y en la blogosfera ha dejado una marca clara de una tendencia que no debe poner el freno. Uno de los errores más frecuentes de nuestros representantes públicos es abandonar su papel en la Red al acabar las campañas electorales. Esto les está pasando a muchos tras el 22M.
Internet es un arma comunicativa (y, por tanto, electoral) muy poderosa (pero aunque es útil, no es suficiente para ganar). Ahora bien, de nada sirve crear un perfil de Facebook seis meses antes de las elecciones, mandar veinte mensajes diarios en Twitter o crear un post tras otro en el blog si, tras la cita con las urnas, abandonamos la Red.
La idea no es estar enganchado a Internet todo el día, sino mantener cierta actividad y sostener la interactividad que se espera de los contenidos 2.0. La audiencia ya no es pasiva, sino activa (o "creativa", como diría Castells), necesita no sentirse defraudada por los que cazan votos, busca el perfil más humano y honesto de los políticos que se meten en el mundo virtual.
Si nuestros representantes entran en la Red solo cuando tenemos una cita con las urnas, terminarán por empañar las expectativas tan positivas que rodean a Internet como fórmula para abrir la política a la participación ciudadana, a la transparencia y al acercamiento de los políticos a los ciudadanos.
Las redes sociales manejan su propio lenguaje y detectan rápidamente al intruso que solo está de visita para meterse en el bolsillo unos votos prestados. Por tanto, aconsejo a los políticos 2.0 que no abandonen la Red y que trabajen en ellas con transparencia, cercanía e interactividad real.
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