"El corazón me late a mil pulsaciones por minuto, bombea adrenalina a toda pastilla y creo que va a partir mi pecho en dos... ¿Qué hago aquí, con lo tranquilo que podría estar en casa! Tranquilo... tranquilo... ya verás como todo sale bien al final... pero... ¿si no puedo pronunciar ni media palabra! Tengo la boca seca como un desierto, me tiembla hasta el pantalón y mis ojos están abiertos como platos. ¿Y las manos! Me sudan muchísimo, lo bastante como para empapar un par de pañuelos. No sé qué mirar ni qué hacer con mi cuerpo... ¡Qué mal rato estoy pasando! Bueno... éste ya ha terminado su intervención y ahora me toca a mí, voy al matadero".
Esta conversación la tuve conmigo mismo la primera vez que hablé ante un público numeroso, a muchos les ha pasado igual. Todos somos humanos y vulnerables. Cuando nos enfrentamos a este tipo de situaciones, los nervios e, incluso, el miedo, nos corre por las venas. Si tenéis que hablar en público y sentís que no sois dueños del reto que afrontáis, os doy algunos consejos muy útiles en este artículo.
Arranco con una magnífica frase célebre de Séneca: "No nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas". El filósofo romano, tutor y consejero del emperador Nerón, sentó cátedra hace ya una eternidad. En un tono menos solemne y más humilde, os brindo otras ideas para que el miedo y los nervios pasen a un segundo plano en vuestras intervenciones públicas:
- El miedo es algo natural, nos afecta a todos. No te sientas inferior o incapaz por sentirlo.
- Una tensión ligera es positiva, ya que te mantiene más atento y estimula la preparación concienzuda de la intervención.
- Tanto el miedo como los nervios se notan menos de lo que realmente pensamos.
- No admitas nunca públicamente que sientes miedo: sólo darás pena y perderás credibilidad. Si quieres transmitir cercanía o darle un toque 'humano' a la intervención, hazlo por otros medios (cuenta historias o anécdotas, por ejemplo).
- Sonríe: recibirás del público lo que des.
- Si te quedas en blanco, sigue, no lo confieses si no es imprescindible. Si te pierdes, ten en cuenta que los demás no tienen tu discurso, por lo tanto, podrás continuar la intervención por otro punto.
- Es fundamental que prepares una buena introducción. Debes hacer un esfuerzo por aprendértela y pronunciarla mirando al auditorio, si lo haces bien, cautivarás al público y esto te dará confianza y seguridad (las mejores armas contra el miedo y los nervios).
- Antes de empezar el acto, habla con personas que formen parte del auditorio, esto te tranquilizará y ganarás caras 'amigas' que podrás mirar para ganar seguridad durante la intervención.
- Visita el lugar del acto con antelación para familiarizarte con él.
- Si utilizas soportes audiovisuales, pruébalos antes.
- Si fallan, no pierdas el control. Éstos nunca deben ser imprescindibles para el éxito de la intervención.
- No tomes ningún medicamento para tranquilizarte, usa medios naturales (haz deporte o ejercicios de relajación, escucha música, comenta en voz alta lo que haces, etc.).
- Lo más importante es prepararse bien el discurso.
Evidentemente, hay otros muchos consejos, pero estos creo que pueden ayudarte. Si sientes que tu primer discurso es un fracaso, piensa siempre que cada intervención es un ensayo de la siguiente. Poco a poco, notarás cómo mejoras y esto reafirmará tu autoestima. Si aprendes a comunicarte con los demás, tenderás puentes a la felicidad. ¡Suerte y lánzate al vacío!
Me parecen muy útiles todos los consejos. Es verdad que uno se nota mucho más nervioso de lo que se aprecia a simple vista.
ResponderEliminarLo que más me ha gustado del artículo es la gran frase de Séneca. No podemos perder el miedo a algo hasta que no nos enfrentemos a él, hay que ser valiente.
MARA
Gracias, Mara, por tus amables palabras. La verdad es que lo fundamental de la oratoria no es nuevo. Séneca, Aristóteles o los sofistas ya nos hablaron de esta herramienta de la comunicación hace siglos.
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