Esta noche, he disfrutado del debate entre Rajoy y Rubalcaba, aunque, lo cierto, es que no me parece el mejor formato (no me gustan los periodistas florero que permanecen callados). A diferencia de otras ocasiones, los contendientes han gozado de algo más de flexibilidad para organizar sus intervenciones. Con respecto al contenido, ha quedado muy claro el mensaje de cada uno.
- Rubalcaba: el candidato socialista ha insistido en que Rajoy tiene un programa electoral oculto porque, en su opinión, va a machacar el estado del bienestar y eso, evidentemente, es algo que no puede hacer público.
- Rajoy: el líder de los populares ha sacado los datos irrefutables del paro y ha intentado empañar la credibilidad de Rubalcaba al hacerlo corresponsable de la gestión de Zapatero.
En definitiva, los candidatos a la Presidencia del Gobierno no nos han dicho nada distinto a lo que ya sabíamos, pero hemos tenido la oportunidad de ver el efecto contraste, el fruto del careo que tanto tiempo llevamos reclamando.
Muchos hablan ahora de quién ha ganado, en mi opinión, ha ganado la realidad: hay cinco millones de parados y ante eso poco puede hacer Rubalcaba. No creo que desde el punto de vista dialéctico haya triunfado Rajoy, pero sí es cierto que el lastimoso panorama económico deja al candidato socialista en una posición tremendamente delicada ante cualquier debate, sobre todo, cuando ha formado parte del Gobierno durante la gestión de la crisis.
Por otra parte, echo de menos una mayor apelación a las emociones, en este sentido, la estructura del discurso ha estado coja, ha sido pobre. Sé que el ciudadano puede demandar más argumentos y menos emociones, pero aquí hablo desde la perspectiva de la oratoria. En este aspecto, el debate no pasará a la historia como ejemplo de persuasión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario