A los pies de un olivo. Cielo azul, leve brisa, pajarillos contentos y hormigas curiosas. Leo El País del domingo 19 de septiembre y me encuentro un magnífico artículo del genial Mario Vargas Llosa, bajo el título La era del bufón nos regala una reflexión muy interesante. Nos habla del proceso de espectacularización y banalización al que están sometidos los contenidos de los medios de comunicación, un fenómeno que, por desgracia, está calando en otros gremios: políticos, escritores, artistas, albañiles, fontaneros, abogados, etc. Me callo, que hable el maestro:
"Están obligados [*los medios de comunicación] a hacer lo que hacen porque eso es lo que esperan -lo que exigen- de ellos los lectores, oyentes o televidentes en el mundo entero: noticias que salgan de lo común, que rompan con la rutina de lo cotidiano, que sorprendan, desconcierten, escandalicen, asusten, y -sobre todo- entretengan y diviertan.
(...)
La información en nuestros días no puede ser seria, porque, si se empeña en serlo, desaparece o, en el mejor de los casos, se condena a las catacumbas. La inmensa mayoría de esa minoría que se interesa todavía por saber qué ocurre diariamente en los ámbitos políticos, económicos, sociales y culturales en el mundo, no quiere aburrirse leyendo, oyendo o viendo sesudos análisis ni complejas consideraciones, llenas de matices, sino entretenerse, pasar un rato ameno, que lo redima de la coyunda, las frustraciones y trajines del día. (...) Para tener derecho a la existencia y a prosperar los medios ahora no deben dar noticias sino ofrecer espectáculos, informaciones que por su color, humor, carácter tremendista, insólito, subido de tono, se parezcan a los reality shows, donde verdad y mentira se confunden igual que en la ficción.
(...)
Las secuelas no previstas de la entronización de la cultura del espectáculo -sus daños colaterales- son varias, y, principalmente, el protagonismo que en la sociedad de nuestro tiempo han alcanzado los bufones. (...) va modelando y convirtiendo poco a poco a sus políticos, sus intelectuales, sus artistas, sus periodistas, sus pastores o sacerdotes, y hasta sus científicos y militares, en bufones. Detrás de semejante espectáculo, muchas cosas comienzan a desbaratarse, las fronteras entre la verdad y la mentira por ejemplo, los valores morales, las formas artísticas, la naturaleza de las instituciones y, por supuesto, la vida política".
Vargas Llosa nos habla de un fenómeno que no es nuevo, ya lo han abordado antes otros intelectuales en profundidad, pero es tal su maestría con la pluma, que no he podido resistirme a la tentación de colgar algunos fragmentos de su artículo en el blog. No todos son bufones, pero sí hay demasiados y su semilla crece y crece cada día, sin descanso... sin temor.
(* Es una anotación mía).
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