martes, 30 de marzo de 2010

Debates que no soporto

Mi amigo José Rojo me comenta que hace unos días perdió una magnífica tarde de domingo en casa de unos familiares. Este invierno el tiempo no ha acompañado nada y las jornadas de sol se cotizan al alza. Ve a sus tíos con cierta frecuencia y siempre se alegran de verlo, pero la verdad es que estas citas siempre acaban calentitas. En total, eran ocho sentados a la mesa. La cuestión, me cuenta José, es que siempre les pasa lo mismo, empiezan a hablar del inocente tema del tiempo y terminan encadenando asuntos que convierten el salón en el Congreso de los Diputados. Lo que debe ser una agradable y animada tarde en familia se transforma en una batalla campal donde nadie escucha a nadie.

Y es que, entre los ocho, encontramos formas de pensar muy diferentes. Recuerda mi amigo que salieron al debate encarnizado la inmigración, la crisis económica, los matrimonios gays, etc. Luchaban por convencer al otro, por hablar más tiempo, por interrumpir constantemente, minusvaloraban la opinión del otro, no escuchaban ni seguían el hilo de los demás... Mucho bla, bla, bla que no es más que un monólogo por persona. En estas situaciones, normalmente, nadie escucha a nadie, cada uno va con su historia y, realmente, no presta atención a lo que dice el otro. A pesar de todo, le dije a José: "No debes exagerar el problema de tu familia, esto mismo que me cuentas pasa en millones de familias españolas, yo te propongo un plan para la próxima vez".

La idea, le dije a José, es que hagas de mediador, de moderador, es posible que la primera vez te lluevan palos dialécticos o que no te tomen en serio pero, quizá, si lo haces en varias citas, tu mensaje cale en alguno de los comensales (es para darse por satisfecho). "Pero no te hagas el héroe, no crees debates paralelos que no llevan a nada. No intentes cambiar la personalidad de nadie ni su forma de pensar. Juega con la ventaja de que son familiares y te mueves en un clima de cierta confianza".

En en esas mesas tan familiares acostumbramos a criticar a los políticos de todo lo malo que nos pasa, pero no caemos en la cuenta de que somos incapaces de comunicarnos en un simple almuerzo. Caemos en los mismos errores que reprobamos a nuestros políticos. Estos debates absurdos, que llegan incluso a la mala educación y a los típicos 'piques' (enfados de poca intensidad), también se dan mucho entre personas que apenas se conocen (lo cual es mucho peor) pero que, por casualidades de la vida, acaban en la misma mesa, en el mismo coche, en la misma reunión de padres o en cualquier otro sitio.

El mejor antítodo para la incomunicación y el debate pasado de revoluciones es la asertividad. Ésta nos dice:


- Escucha a tu interlocutor, préstale la atención que se merece.
- Mantén una escucha activa (mira a los ojos, haz algún gesto que muestre interés e, incluso, formula alguna pequeña pregunta del tipo :¿ah, sí?).
- Puedes llevar la contraria, pero reconoce lo bueno que puedan tener los planteamientos de los demás.
- No intentes convencer. Invita a que conozcan tu opinión. Convence mostrando la fuerza de tu propia convicción y de tu entusiasmo.
-Sonríe (recibirás lo que des).
- No levantes la voz.
- Gestos relajados.
- Y sigue el discurso de tu interlocutor, no plantees un monólogo.

Sí, es verdad, tienes razón, esto es casi imposible de poner en práctica, pero debemos ir paso a paso. Empieza por no convertir tus intervenciones en monólogos. Presta atención cuando te hablan y no interrumpas cada dos por tres. Si hacéis esto, no perderéis ninguna tarde como le pasó a José. Otro día os hablaré de alguna historia de Mario Raya.

domingo, 28 de marzo de 2010

Comunicación a la deriva

En la noche del pasado 26 de marzo, echó a andar el blog, y lo hizo sin nombre. Pobre pedacito de ciberespacio, que irrumpe con modestia en un universo de grandes y pequeñas voces. Vino al mundo así por un ataque de espontaneidad. Nació sin nombre y... tras meditarlo unas horas, me decanté por 'Comunicación a la deriva'. Nombre y apellidos que nos plantean un reto que, entre todos, podemos alcanzar.

La comunicación política (tema central de este blog) ha perdido el norte. Si analizamos el panorama nacional, la cosa no pinta del todo bien. Estamos a la deriva porque el marketing político nos ha impuesto una absurda campaña permanente que no beneficia a nadie, al menos, en los términos en los que se vive (o se sufre) en nuestro país. Los partidos políticos tienen la legítima aspiración de alcanzar el poder y, para conseguirlo, cuentan con las también legítimas herramientas que les brinda el marketing. Esto es cierto, pero no es de recibo que el afán electoralista y partidista haya pervertido a este 'hijo' tan sofisticado del marketing comercial.

El debate en el Congreso se sustituye por las acusaciones, réplicas y contrarréplicas en los medios de comunicación, las decisiones difíciles se aplazan por lo que marcan las encuestas, inventan un nuevo lenguaje para no llamar las cosas por su nombre, la imagen y la oratoria frívola anulan el trabajo abnegado y eficaz del político, etc. Son síntomas de una enfermedad que afecta a la comunicación política y, por lo tanto, a la democracia.

Como bien dice la profesora Canel, la comunicación política "es la actividad de determinadas personas e instituciones (políticos, comunicadores, periodistas y ciudadanos), en la que, como resultado de la interacción, se produce un intercambio de mensajes con los que se articula la toma de decisiones políticas así como la aplicación de éstas en la comunidad". Por tanto, si la comunicación política falla, tenemos un problema.

Nuestro gran reto es que la comunicación, pilar de la democracia, no acabe naufragando. En su deriva, podemos intervenir y marcar una hoja de ruta con unos mínimos éticos que respetar. Los partidos políticos deben poner de su parte, pero los medios de comunicación también. El papel de estos últimos como nexo de unión entre los políticos y los ciudadanos está plagado de lunares. Y es que la Prensa está lastrada por múltiples intereses que nada tienen que ver con los principios del periodismo.

Hay mucho trabajo por hacer, pero nada se puede dar por perdido. Ni todos los políticos ni todos los medios son iguales. Afortunadamente, los hay que apuestan por una nueva forma de hacer política y de informar. Defienden otra forma de ver la comunicación y el marketing políticos. En este blog, apuesto por lo que bautizo como Comunicación Política Cívica (CPC) que, entre otros cometidos, debe promover una opinión pública activa. Estoy convencido de que los partidos políticos pueden luchar por los votos y los medios de comunicación por las audiencias respetando ciertos principios básicos que ahora son esquivados. Necesitamos demócratas practicantes. La CPC puede ayudarnos a cumplir este reto, que, por fortuna, es el sueño de muchos.



viernes, 26 de marzo de 2010

Saludo de un novato

¡Ya estoy aquí! Llevaba mucho tiempo con ganas de hacer esto. Lanzarme al ciberespacio y romper de una vez por todas la monotonía del día a día. Y es que somos muchos los que nadamos entre libros, apuntes y fotocopias y no terminamos de dar este gran paso de abrirnos camino en la Red. Este humilde blog nace de la improvisación de esta noche de marzo pero, poco a poco, lo iré mejorando con el apoyo de algunos amigos que se manejan bien con los blogs.

Aquí, os hablaré de comunicación política y oratoria y ofreceré mi punto de vista sobre asuntos de actualidad de todo tipo. Además, compartiré con vosotros algunas lecturas de interés sobre estos temas. También tendremos algún rincón dedicado a asuntos más 'humanos' y cercanos...

Soy periodista y, actualmente, preparo mi tesis doctoral sobre Comunicación Política y Opinión Pública, asesoro en temas de comunicación e imparto talleres de oratoria de nivel básico y medio. Todo lo relacionado con la comunicación me apasiona.

Mañana pediré unas clases técnicas para mejorar el blog.

Gracias por estar ahí.