sábado, 30 de julio de 2011

Por una campaña con ideas

El presidente del Gobierno, en un ataque de lucidez, ha anunciado que adelantará las elecciones. La cita con las urnas será el 20 de noviembre, cuatro meses antes de acabar esta tortuosa legislatura. Su tiempo ha terminado y no tenía mucho sentido iniciar el nuevo ejercicio económico con un equipo que no seguirá a los mandos del avión tras las generales (gane Rubalcaba o Rajoy, ni ZP ni su cuadrilla ministerial continuarán).

Tras el idilio de la primera legislatura, el presidente se topó con una crisis de proporciones bíblicas que acabó con su sueño socialista. En sus primeros cuatro años, debió impulsar medidas para reforzar la competitividad de la economía y no lo hizo; y entre 2008 y 2009, negó un cáncer que ha acabado por comérselo de los pies a la cabeza.

Ahora, con las encuestas en contra del PSOE, casi cinco millones de parados y un panorama internacional que nada ayuda a la recuperación económica, tenemos un horizonte electoral claro. El 20 de noviembre está muy cerca. Rubalcaba tiene por delante el reto político de su vida y Rajoy la antesala de unos años de gobierno muy duros. 

Los socialistas lo tienen todo perdido y arriesgarán en la campaña electoral, por su parte, los populares harían muy mal en confiarse y pensar que está todo ganado. Cada voto cuenta, cada mensaje debe ser medido, cada novedad en la evolución de la economía influirá en la decisión del voto. 

Son tiempos difíciles, esperemos que nuestros políticos no solo hagan una campaña técnicamente interesante sino que detrás haya ideas para afrontar la crisis. Los ciudadanos queremos alternativas, proyectos sólidos e ideas y no solo simples eslóganes  y oradores de pacotilla. La hora de la verdad ha llegado.     

miércoles, 27 de julio de 2011

El efecto CIS



Entrar a reflexionar sobre si son veraces o no los datos del último barómetro del CIS es una tarea que me queda bastante lejos, sobre todo, porque para dar una opinión solvente tendría que ser lo que no soy, un experto en demoscopia. Pero sí que podemos comentar otros aspectos de gran interés sobre el asunto y plantear dudas. El sondeo echo público por el Centro de Investigaciones Sociológicas recorta en tres puntos la ventaja que el PP saca al PSOE y la deja en 7, una diferencia que sí se puede devorar hasta la cita con las urnas.

Lo que está muy claro es que encuestas como esta inyectan moral en las filas y en la militancia socialistas. El efecto CIS es como marcar un gol cuando llevas tres en contra y aún quedan veinte minutos de partido (es decir, hay esperanza). Pero el barómetro dice más cosas, entre ellas, que, según los encuestados, Rubalcaba es más honesto, eficaz, dialogante y mejor negociador que su rival, Mariano Rajoy (quien, lógicamente, no se cree lo que afirma el CIS).

A las instituciones, empresas y partidos políticos les encantan las encuestas, vivimos en la sondeomanía y ya no falta en ningún plan estratégico. Sea para conseguir votos, para aprobar una medida gubernamental o para vender coches, nos topamos con un sondeo. Instrumento que nos permite opinar pero que también es un arma de doble filo que facilita la manipulación.

Las encuestas no son inocentes, parecen fortalecer la democracia porque permite a la opinión pública expresarse, pero detrás de ellas, muchas veces, no se cultiva el ánimo democrático sino la alianza de los intereses y los beneficios partidistas.

El efecto CIS es análogo al efecto que tienen muchas encuestas sobre tantas y tantas realidades que se miden en ellas. En este caso, el barómetro da alas al PSOE y a sus afines para emprender la dura batalla que tienen por delante, pero nos queda la duda de los criterios que se han seguido para hacerlo. Y bajo esta sombra no solo está el CIS, sino muchos medios de comunicación que encargan encuestas sospechosas (sobre una misma realidad arrojan datos irreconciliables y ajenos por completo a la ciencia que, se supone, debe sustentar a las encuestas).

El sondeo del CIS no hay que tragárselo sin más, leamos a los expertos, escuchemos a los que saben y concluyamos si hay ciencia o política detrás de él

miércoles, 20 de julio de 2011

Una dimisión acertada


El 'caso de los trajes' se ha precipitado tanto que Francisco Camps ha terminado tirando la toalla. El presidente valenciano asegura que es inocente y afirma que se va para que Rajoy pueda llegar a La Moncloa y salvaguardar el buen nombre y la proyección de Valencia. En ningún momento, dice que dimita porque haya podido cometer errores en la gestión de este caso.

Camps se equivoca a la hora de explicar los motivos de su dimisión. Es tal el apoyo ciudadano que tiene Rajoy y el potencial de la amplísima militancia del Partido Popular, que al líder gallego no le estorbarían demasiado las torpezas cometidas en el 'caso de los trajes' para hacerse con el Gobierno. Y es que ya sabemos de qué forma pagan los políticos españoles sus deslices de ética en las urnas, sencillamente, no los pagan. Nunca es bueno arrastrar causas pendientes con la Justicia en campaña, pero lo de los trajes, es decir, lo de Camps, no tiene ni mucho menos la entidad del 'caso Gürtel'. No sé si Camps está enfangado hasta el cuello, eso debe determinarlo la Justicia, pero, lo que sí es evidente, es que nadie dimite siendo inocente y, sobre todo, si poco antes, ha machacado a sus adversarios en unas elecciones (cosa que sí logró Camps el 22M). Da la impresión de que han pillado al presidente (que ya tiene sustituto, lo sucederá Alberto Fabra, alcalde de Castellón.

El presidente valenciano siempre creyó que las urnas lo lavaban todo, que absolvían de cualquier pecado, pero se equivoca. Su partido le ha hecho ver que iba camino de ser un presidente condenado. Es vox populi que la dirección nacional del PP mantiene serias dudas sobre la defensa de Camps y su discurso de despedida es manifiestamente mejorable, le falta humildad y argumentos. El líder valenciano se marcha, que se defienda y demuestre su inocencia. Rajoy solo tiene que seguir como hasta ahora para ganar las elecciones y Rubalcaba buscar munición para no perder por goleada.

lunes, 18 de julio de 2011

Era inevitable


Nos bajamos pelis gratis, escuchamos música gratis, leemos periódicos y revistas gratis. Esto de Internet es una pasada, ¿verdad? Tiene alguna similitud a ese sueño que todos hemos tenido alguna vez con el dinero, que nos llueve del cielo y, al final, pobre de nosotros, nos despertamos con cara de imbéciles. La gratuidad democratiza el acceso a la información, pero se sustenta sobre la 'esclavitud' de los creadores de los productos que consumimos cuando es mal interpretada (un derecho no es un derecho cuando se levanta sobre la injusticia). Vemos, escuchamos y leemos sin apreciar el valor real que tiene la labor de los profesionales.

Como periodista, siempre me ha parecido un error que la prensa escrita haya ido a remolque de los avances tecnológicos. La Red ofrece un mar de posibilidades pero los periódicos y revistas han visto llegar el tsunami del gratis total sin reaccionar. Los usuarios accedemos, sin pagar nada de nada, a las versiones digitales de diarios de primera fila y nos hemos creído que las noticias, los reportajes, las entrevistas, las fotografías y los vídeos se consiguen apretando un botón, como si las empresas de comunicación fuesen churrerías.

Todas las piezas que se leen, ven o escuchan salen a la luz tras horas y horas de trabajo de profesionales que tienen que pagar hipotecas, comer y mantener a sus familias. Los periódicos de papel han bajado en número de lectores y en ingresos publicitarios de forma muy notable en los últimos años y la situación se presenta económicamente inviable (que se lo pregunten, si no, a la legión de periodistas que se ha quedado sin trabajo desde que estalló la crisis en 2008, y el goteo de patadas en el culo continúa).

Ahora, por fin, nace 'Kiosko y más', una plataforma que engloba a más de diez grupos editores para la venta de periódicos (30) y revistas (40) en Internet. Es una iniciativa para poder sobrevivir, una 'copia' de Orbyt (kiosko digital lanzado por El Mundo hace ya meses). 'Kiosko y más' no supondrá la desaparición de las versiones digitales gratuitas (aunque se espera que cambien).

El salto del papel a la Red rompiendo la gratuidad es indispensable para que los periódicos y revistas (incluidos sus trabajadores, claro) aguanten la revolución digital. Vivir o morir, esa es la cuestión.

lunes, 11 de julio de 2011

R. y R., cara a cara


Cuando te enfrentas a un examen, a un reto laboral o a una enfermedad, no hay nada más inútil que afrontar la aventura con los brazos caídos y sin esperanza. Lo mismo se puede decir de las elecciones. Rubalcaba ya está metido de lleno en la precampaña y, a pesar de estar muy por detrás en las encuestas, no piensa dar nada por perdido.

Cuento los días esperando ver el primer cara a cara entre los dos R. Los socialistas han depositado toda su confianza en la fina oratoria, indudable inteligencia y enorme experiencia de su candidato, pero hay realidades contra las que no se puede hacer mucho. No hace falta ser un genio para adivinar cuál será el eje del discurso de los populares: "Rubalcaba es el candidato del partido y del Gobierno de los cinco millones de parados". El político cántabro lo tiene realmente difícil a la hora de afrontar el deseado debate a dos. Sus virtudes comunicativas se estrellarán contra el paro y el cabrero nacional con el Gobierno. Y es que los dos estados de ánimo son compatibles: valorar virtudes y castigar por realidades o percepciones.

La gran baza que tiene Rubalcaba es una carambola que no depende de él mismo. El candidato socialista debe examinar con lupa qué está haciendo el PP en cada una de las comunidades que gobierna para detectar ejemplos de posibles recortes que, al menos, igualen a socialistas y populares. El mensaje de "esta gente no ha arrimado el hombro durante los últimos cuatro años", ya no tiene la suficiente fuerza (si es que alguna vez la tuvo).

Rubalcaba va a poner toda la carne en el asador y sería deseable ver un debate político de altura, aunque solo sea en flashes de debate televisivo.

viernes, 8 de julio de 2011

Todo por la audiencia


4.159.000 telespectadores y una cuota de pantalla del 32,7%. Es un increíble éxito para Tele 5 si no fuese por los medios que utilizó para conseguirlo. Cuando escribo estas líneas, no lo hago ni desde la sorpresa ni desde la decepción, son dos estados que tengo muy superados desde hace tiempo. Sencillamente, si algunos se empeñan en manchar la profesión periodística y en cultivarnos en la mediocridad, yo me empeño en criticar esta forma de hacer espectáculo.

En la noche del jueves 7 de julio, el gruñón de Tele 5, Jorge Javier Vázquez, llamó "hija de puta" a una de las participantes (Aída) de un programa llamado Supervivientes. La trifulca que Vázquez mantuvo con la madre de la concursante levantó estratosféricamente la audiencia. Para quien no lo haya visto (porque para criticar hay que ver), este espacio está repleto de 'famosos' y anónimos que se dicen de todo a la cara y por la espalda. Es, junto a Gran Hermano, el mejor ejemplo de la mercantilización del insulto y de la humillación, es la bandera de la telebasura.

Ya sabemos que no podemos exigir criterios periodísticos en un programa de este estilo, pero sí ciertos mínimos de decencia, aunque se trate de un espectáculo. Sus productores pueden decir que el programa lo vieron más de cuatro millones de espectadores y que, por tanto, el espacio gustó, pero eso no es un argumento sino una argucia. No vamos a decir aquí cuánta basura le gustaría ver a tanta gente porque causaría zozobra. Es más, que mi vecino vea tal o cual programa, no implica necesariamente que le guste o que considere que es un espacio inmejorable y lo ideal para pasar la noche. Lo que tenemos que preguntarnos es si con otro estilo o forma de abordar el espectáculo conseguiríamos no solo esos cuatro millones de audiencia sino incluso más.

En definitiva, la televisión se ha transformado en un negocio puro y duro que trata de lograr el mayor beneficio al menor precio, es decir, da igual lo grande que sea la mierda que ofrezca siempre y cuando tenga clientes. ¡Qué pena! ¡Qué falta de creatividad!