jueves, 26 de agosto de 2010

Adiós



Los compañeros de Mijas Comunicación hemos perdido una parte de nuestros corazones. Hoy, Javi, operador de cámara y uno de los padres de 3.40 TV, ha lanzado a la vida su último aliento. Gigante de paso lento, mirada de pistolero, voz poderosa que no chirría, gruñón de inmensa ternura, te vas y nos dejas toda una eternidad de imágenes. ¿Por qué dices adiós tan pronto? Aún nos quedaba mucho que grabar, aún teníamos muchas ruedas de prensa que cubrir, aún tenía muchas llamadas que hacerte, aún duermen en el trastero montones de tontas discusiones de trabajo que, afortunadamente, terminarían bien, ¿por qué te vas, amigo?

Ayer, fuimos a verte. Tumbado, sin fuerzas, con el color de los que se van a despedir... pero te mantenías firme, en pie de guerra y enfadado con el mundo, como tantas otras veces. Cada expiración parecía la última, cada segundo de tu corazón era una lucha vital, agarrado con las yemas de los dedos al trocito de aire que podías robar. Ojos clavados en lo poco que queda de ti; alma que quiere seguir siendo cuerpo. En vano, abrigaban la esperanza de tu victoria, gigante que se diluye en el mar de sus ojos. Reflejo de un fugaz instante de tu pesadilla.

Nos quedamos sin tu maestría, sin tu ayuda, sin tu cautivadora sonrisa y sin tu inconfundible chulería madrileña. Amigo, hoy somos menos vida sin ti. Ya se fueron Alfredo y Antonio (nuestro rayito de luz), espero que los encuentres ahí arriba, la verdad es que sois un buen equipo y podéis montar magníficos reportajes, paisajes no os faltan ni protagonistas de primera línea.
Siempre es difícil decir adiós y no sé muy bien cómo hacerlo. Tu recuerdo se mantendrá en nosotros. Cierra los ojos, no temas; descansa, duerme en paz...

miércoles, 25 de agosto de 2010

Entrevista con José Luis del Campo Villares, manager & coach

"La falta de comunicación provoca un alto porcentaje de conflictos laborales"

Juan Diego Sánchez.
Dentro de unos días miles de españoles volverán a sus puestos de trabajo para retomar la rutina. Algunos regresarán como empleados y otros como jefes. De nuevo toca verse las caras y repetir aciertos, pero también muchos errores, en las difíciles relaciones que mantienen ambas partes. Hoy, de la mano del coach y manager José Luis del Campo Villares, hablamos de los problemas de comunicación que sufren empleados y jefes, un auténtico lastre para la productividad de las empresas e instituciones y para el buen ambiente de trabajo. Un tema que no deja indiferente a nadie y sobre el que todos tenemos una opinión (también podéis abrir el debate en Facebook).



Juan Diego: Cuando hablamos de comunicación interna (jefe-trabajador), ¿cuántos tipos de jefe hay?


José Luis: Yo creo que, en sentido estricto, jefe sólo hay uno, que es el nombre del puesto, lo que hay son diferentes aptitudes, habilidades y competencias que hacen que un jefe sea más un líder que un jefe a la antigua usanza. O sea, para mí la palabra 'jefe' es sólo un cargo. El jefe es el jefe, su conducta es lo que hace que parezca que hay más jefes (agresivo, asertivo y pasivo).

JD.: ¿Qué problemas se derivan de la incomunicación?

JL.: Fácil: todos. En las relaciones humanas, si algo existe, es comunicación (o no comunicación). Siempre se produce, con lo cual es imposible que cualquier cosa no pueda ser dialogada. Yo creo que un alto porcentaje de los conflictos laborales son por falta de comunicación.

JD.: ¿Qué podemos hacer para mejorar la relación del jefe con el resto de la plantilla?

JL.: Creo que lo principal en ese caso es la práctica de la escucha activa y la posterior asertividad en lo escuchado. Un empleado quiere ser tenido en cuenta, y eso implica escuchar lo que quiere decir y tenerlo en cuenta. Eso es el primer paso. Lugo ya vendrán muchas más cosas.

JD.: ¿Cotillean los trabajadores demasiado?

JL.: Siempre, pero eso es la comunicación informal que también se da en las organizaciones, es otro tipo de comunicación que existe y que bien gestionada es vital en muchas de ellas. Una falta de comunicación formal, deriva en la aparición de la informal, con lo cual, que los empleados cotilleen en exceso es debido a la mala comunicación formal u organizacional.

JD.: ¿Por qué hay directivos que apenas delegan responsabilidades y se empeñan en acumularlas?

JL.: Pregunta conflictiva, porque yo soy de los que dice que jefe, líder y directivo son cosas distintas. Directivo es el superior que sigue a rajatabla las órdenes y jerarquías de la organización y nunca pasa la línea marcada. Pero en concreto, saber delegar en cualquiera de las 3 figuras, implica saber con quien cuentas, conocer de verdad a las personas y tener confianza en ellas. Si no te preocupas en saber con quien cuentas, mal delegarás. Por lo tanto, muchos directivos, que después llevarán los méritos o los fracasos prefieren hacer todo ellos. En su defecto, delegar fracasos y atribuirse méritos, que es algo muy habitual entre directivos jefes (que no en líderes).

JD.: ¿Qué se debe hacer cuando se filtra algo importante a los trabajadores, en contra de la voluntad de la Dirección, que les afecta directamente pero que aún está pendiente de cerrar?

JL.: Eso es comunicación informal pura y dura. Ya te comenté que si se sabe gestionar es una fuente de feedback enorme, pero hay que saber manejar los tiempos. La comunicación informal siempre existe, sabiéndola llevar no tiene por qué ser perjudicial.

JD.: Algunos consejos básicos para que los trabajadores sientan que la empresa funciona bien y que está todo correctamente organizado.

JL.: Muchos. Pero todos se resumen en uno: que el jefe sea visto como un líder. Confiarán en él a ciegas y sabrán que sus decisiones siempre serán en beneficio del grupo y de sus miembros. Es la única forma de que sepan que todo va bien y generen la confianza necesaria.

JD.: ¿Qué puede hacer la empresa para 'animar' a los empleados sin motivación y aburridos con lo que hacen?

JL.: Difícil cuestión que la he vivido muchas veces. Lo primero es entrevistarse con el empleado e indagar en sus motivaciones. De ahí se derivarán las actuaciones a tomar, pero repito, lo importante es una escucha activa.

JD.: ¿Hay algún antídoto para que los trabajadores no vean a la empresa como algo ajeno a lo que lanzar continuas críticas, algunas razonadas y otras totalmente viscerales?

JL.: Yo creo que no. Eso siempre ocurrirá en menor o mayor medida. Es inevitable, pero sí se pueden mitigar sus efectos. La buena comunicación de arriba a abajo, la participación de todos en tomas de decisiones... todo ello ayuda a evitar que luego surjan críticas, ya que, probablemente, quien critique haya sido parte activa de la decisión tomada.

JD.: Mejor virtud y peor defecto de un jefe y de un empleado.

JL.: De un jefe, lo mejor: generar confianza en el equipo y lo peor: creerse el ombligo del equipo (individualismo). De un empleado, lo mejor: interés por el bien común de su equipo y lo peor: la crítica destructiva y negativa a colaborar.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Entrevista con Antoni Gutiérrez-Rubí, asesor de comunicación


Sobre el Gobierno: "La precipitación ha sido uno de sus fallos de comunicación"


Sobre el PP: "Ejerce la oposición de una manera inflexible"


Sobre los medios: "La gran politización existente hace mella en la valoración que la ciudadanía tiene de ellos y de los periodistas"



Juan Diego Sánchez. El mes de agosto me ha regalado una entrevista con mucha enjundia que quiero compartir con vosotros. Hoy, 'interrogo' a un asesor de comunicación con una perspectiva muy enganchada a la avalancha de novedades que el desarrollo tecnológico ofrece a la comunicación pública, social y política. Conocemos las reflexiones de Antoni Gutiérrez-Rubí sobre asuntos de enorme actualidad e importancia como las oportunidades comunicativas que nos ofrece la Red, los problemas de comunicación del Gobierno de Zapatero, las deficiencias de la labor de oposición del Partido Popular o la desafección ciudadana hacia la política. También hablamos de la Comunicación Política Cívica, expresión que empleo en el blog para definir la nueva forma de comunicar que necesitan los políticos, pero también los ciudadanos y la democracia. Antoni es asesor de comunicación, profesor de másteres y cursos de comunicación política, escritor, conferenciante... bueno... la verdad es que su currículum es demasiado largo como para detallarlo aquí. Conclusión: visita su web y lee esta entrevista.



Juan Diego: ¿Vive nuestro país en una campaña electoral permanente?

Antoni: Sí. Los procesos electorales han cambiado los últimos años debido a las nuevas tecnologías y al seguimiento político en televisión. No solo se lanzan mensajes durante el período de campaña electoral, sino que los mensajes son continuos, desde el día siguiente a las elecciones y hasta las siguientes.


JD.: ¿Está contaminado el discurso político por los principios del lenguaje publicitario (espectacularidad, fugacidad y vacuidad)?

A.: No del todo. Hay políticos que miden su mensaje teniendo en cuenta el público al que va dirigido y hay otros que buscan más la espectacularidad de su discurso, emitiendo mensajes que llaman la atención. En general, el discurso no es demasiado espectacular, sino más bien contenidos políticos no “contaminados” por el marketing. Tal vez eso hace que los discursos y los mensajes no lleguen tanto a la gente, ya que a menudo son demasiado técnicos o con demasiada “paja”, lo que los hace aburridos.


JD.: ¿Hablan los políticos de los temas que realmente preocupan a los ciudadanos?

A.: Suelen hablar de lo que les interesa a ellos y de lo que en ese momento es actual. Eso hace que a veces sean los temas que realmente preocupan a la ciudadanía y otras veces no sea así.


Además, los temas que preocupan a la ciudadanía suelen ser siempre los mismos durante un período de tiempo (desempleo, problemas económicos, la clase política (en tercer lugar, según la última encuesta del CIS, inmigración…). No pueden hablar siempre de lo mismo.


JD.: ¿Echa de menos más sentimiento o emoción en los discursos de los políticos españoles?

A.: James Baldwin, escritor afroamericano y uno de los más conocidos precursores del movimiento de derechos civiles, afirmaba: “Escribimos para cambiar el mundo (…). El mundo cambia en función de cómo lo ven las personas y si logramos alterar, aunque sólo sea un milímetro, la manera como miran la realidad, entonces podemos cambiarlo”. Sin embargo, la mayoría de nuestros políticos no leen sus discursos con ese sentimiento, sino con la idea de que lo que dicen saldrá mañana en la prensa, y pensando como dictar mejor esos discursos para que sean publicados en los medios de comunicación. En este sentido, quizá influye la demanda actual de los medios de comunicación en cuanto a la necesidad de frases más cortas, de inmediatez.


La oratoria de nuestros políticos no consigue normalmente llegar a nuestras emociones. Las palabras clave generan imágenes, consolidan marcos conceptuales previos y son la antesala de las emociones. Las emociones son la comprensión. Emocionarse y emocionar. Ésta es la clave. Emocionarse por el cambio social, por las nuevas ideas y por los retos.


JD.: A veces, los ministros se contradicen entre sí y, en otras ocasiones, el Ejecutivo anuncia públicamente medidas que finalmente retira o cambia sustancialmente. ¿Arrastra el Gobierno de Zapatero un problema de comunicación?

A.: En política, cuando hay errores en la gestión de la información, casi siempre hay un trasfondo de inadecuada, inexistente o ignorada estrategia de comunicación pública y política. Una información de calidad sobre los asuntos y servicios públicos es un síntoma de buen gobierno, sí; y también, de buena política.


Hacer política sin comunicación es el atajo más directo al desastre. Pero lo que es inexcusable, y un derecho ciudadano, es el rigor, la sobriedad y la ejecución eficiente de la información de la gestión pública.


La precipitación ha sido uno de los fallos de comunicación del gobierno Zapatero. Es la consecuencia lógica –y letal- de la falta de planificación. Se confunde celeridad con eficacia. Aceleración con rapidez. El resultado es que las acciones precipitadas, desconectadas y aisladas, inician procesos que no están maduros organizativamente. La precipitación desborda los recursos logísticos y técnicos por falta de capacidad de respuesta adecuada a la nueva demanda estimulada. Y el desencuentro entre el servicio público y la ciudadanía se lleva por delante la paciencia, primero; y la credibilidad, después.


JD.: ¿Y cómo lo está haciendo el Partido Popular?

A.: El Partido Popular ejerce de oposición, y lo hace de manera inflexible. Con el liderazgo de Mariano Rajoy, sus silencios, sus dudas, sus vacilaciones, sus cálculos, sus imprecisiones en la gestión interna de las innumerables crisis y convulsiones de la vida de su partido, han acentuado una percepción pública de líder pusilánime y con falta de coraje o determinación. A la impresión de que muchas veces no ha podido actuar con la energía y la libertad necesarias se ha sumado la creciente sensación de que tampoco sabía qué hacer o qué decir. Para compensarlo, quizás, ha gesticulado en exceso su crítica opositora, haciendo una política que se percibe muchas veces como excesiva, radical, invariable, inalterable… alimentando la idea de líder sin reflejos y poco moderado. Ha forzado la crítica con una actitud gestual y verbal que ha confundido, demasiadas veces, la firmeza con la brusquedad perdiendo atributos de moderación y pareciendo un líder poco atractivo, simpático y ecuánime.


Hay una sensación de que el Partido Popular, incluso con el “viento a favor” (deterioro de Zapatero, gravísima crisis económica, desgaste del poder…), no es capaz de aprovechar la situación para consolidar sus opciones y su liderazgo genera una sombra de duda sobre sus posibilidades y sus aptitudes.


JD.: ¿Qué opina del eterno enfoque conflictivo de la realidad que mantienen los medios de comunicación?

A.: Cada vez más, los medios de comunicación son más medios y menos comunicación. La gran politización existente hace mella en la valoración que la ciudadanía tiene de los medios y de los periodistas, y ese es el gran peligro existente para ellos. La ideologización constante no es algo nuevo, pero sí es algo que cada vez se radicaliza más.


La finalidad de la propaganda no es tanto la de informar sino la de hacer un uso sistemático de símbolos y palabras con la intención de alterar y controlar las opiniones públicas. Esta oferta comunicativa sólo suministra a sus espectadores, oyentes o lectores lo que quieren escuchar, redoblando las dosis de adoctrinamiento que generan dependencia emocional, al tiempo que construye una comunidad de pensamiento uniforme y exalta los sentimientos. El objetivo de la comunicación es, entonces, exaltar esas emociones para radicalizarlas en forma de pasiones. Pero ese no debería ser el objetivo prioritario de la comunicación.


JD.: ¿Participan activamente los ciudadanos en el proceso de comunicación política?

A.: Las nuevas tecnologías permiten que la ciudadanía pueda participar en la política y en la comunicación política desde sus casas y desde sus ordenadores. Blogs, redes sociales… permiten que cualquiera pueda ser un emisor de información. Los emisores ya no son solo los medios. Y permiten, además, el activismo político sin necesidad de ser militantes de un partido o tener que ir a reuniones físicas. Cualquiera puede ser un activista y difundir información política a sus contactos.

Sin embargo, no todos queremos participar en política, ni todos tenemos el mismo grado de implicación con una ideología determinada. La desafección política también hace daño a la ciudadanía que quiere dar a conocer sus mensajes.


JD.: ¿Qué ofrece Internet a la comunicación política?

A.: Hace diez años Google no existía. Hace ocho años no había blogs. Hace siete años no se enviaban SMS. Hace cinco años no existía Facebook ni Youtube. Hace dos años no sabíamos lo que era Twitter. Estamos tal vez en los diez años donde la sociedad y su adaptación a los cambios ha sido la más rápida de la historia.


En comunicación política también han llegado esos cambios. No se puede concebir una campaña electoral sin Internet, pero no hablamos de una página web, que ya se da por supuesta, sino de toda una estrategia de comunicación a través de la red, interactuando con los militantes, los simpatizantes y los potenciales votantes, y aprovechando la inmediatez y la infinidad de herramientas gratuitas existentes para organizarse, a través de la red, para realizar actividades presenciales.


Se trata de una comunicación que cada vez es menos un mensaje de un solo emisor (el político) sino que se convierte en un diálogo constante durante la campaña y durante todo el tiempo que dura la legislatura. Nos encontramos en una campaña permanente que tiene lugar online, con múltiples emisores y receptores de información, y donde para hacer política no es necesario pertenecer a ningún partido. La posibilidad de diálogo es lo que Internet permite a la comunicación política: Según una encuesta de 'Congressionnal Management Fondation', el “agrado” hacia un político aumenta cerca de un 20% después de hablar con él online.


JD.: Hace décadas se acuñó la expresión ‘Periodismo Cívico’, ¿podríamos hablar ahora de la necesidad de levantar los pilares de una ‘Comunicación Política Cívica’?

A.: Es necesaria esa comunicación política cívica, para restaurar la buena información y la participación de los ciudadanos en política. La desafección está haciendo mella en la población, que además no siente a los medios como informadores “imparciales”. Además, la sociedad actual no es como la de hace unas décadas. En la actualidad la gente no quiere ir a las sedes de los partidos ni quiere recibir argumentarios inamovibles y sin ningún diálogo. La vida móvil, la alergia orgánica de las fuerzas políticas a flexibilizar la vida del militante a formatos y prácticas digitales, asíncronas y más flexibles; así como el rigor formal de muchas reuniones, su previsibilidad y la constatación de que “todo el pescado ya está vendido” está alejando a propios y, más que nunca, a extraños. La sede se ha convertido en el símbolo de una política demasiado rígida y orgánica para una vida y una demanda más flexible y transversal. La gente se mueve a través de la red, y es a través de las redes como quieren encontrar a los partidos políticos y tener contacto con ellos. Se pasa de las sedes a las redes, y es un cambio importantísimo a la hora de entender la nueva política y la nueva sociedad.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Los periodistas también están en crisis




"La crisis económica está afectando a la situación laboral de los periodistas, que ven cómo su posición contractual se degrada, sus ingresos merman y la estabilidad en el empleo se convierte en un objetivo alcanzable sólo a largo plazo". Son unas líneas de la página 27 del Informe Anual de la Profesión Periodística 2009, un documento que edita la Asociación de la Prensa de Madrid (APM). Bajo la dirección de Pedro Farias y la coordinación Francisco Paniagua, dos profesores e investigadores de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Málaga, este informe repasa asuntos tan importantes como la situación laboral de los periodistas, los problemas del gremio y los retos de los medios de comunicación.

Los informadores llevan meses hablando de los entresijos de la crisis y de cómo afecta a los diferentes sectores económicos, es su obligación, pero ¿quién habla de ellos? La profesión está rodeada de un halo romántico y bohemio que oculta una realidad muy dura: la crisis, tal y como nos dice el informe de la APM, "está siendo especialmente cruel con el sector de los medios de comunicación y sus profesionales". Según la encuesta que recoge este documento, el 38% de los 1.000 periodistas entrevistados asegura que ha tardado más de 12 años en lograr un contrato fijo; el 29'4%, afirma que durante 2009 sufrió recortes en el sueldo y casi un 17% se fue al paro. El 98% nos revela una realidad lamentable: la precariedad es estructural, es decir, tiene arraigo en la profesión o, lo que es lo mismo, antes la crisis (en tiempos de bonanza), los periodistas ya sufrían los problemas típicos de la inestabilidad laboral.

Por orden de importancia, las principales preocupaciones de los periodistas en relación a su profesión son:

1. Paro y precariedad laboral. Señalado como primer problema por el 41'3% de los encuestados.
2. Intrusismo laboral.
3. Baja remuneración.
4. Estudiantes realizando laborales profesionales.

5. Falta de independencia.
6. Falta de códigos éticos.

7. Baja cualificación.

8. Falta de prestigio.
9. Límites a la libertad de expresión.

10. Masificación.

La profesión periodística está siendo vapuleada laboral y éticamente. Nunca es bueno generalizar, pero sí debemos hablar de lo que es tendencia. La precariedad en los contratos y en las condiciones de trabajo es manifiestamente mejorable. Sinceramente, estoy cansado de que nos digan algunos que esta profesión es así: contratos patéticos, sueldos mediocres, horarios eternos e impagados... la profesión es como queremos que sea, quien no tenga recursos para dar unas condiciones de trabajo razonables que no monte un medio de comunicación y se dedique a otra cosa.

La precariedad está relacionada con el exceso de mano de obra (si pides más, te vas a la calle porque los hay que están dispuestos a trabajar por menos), estrategias de reducción de costes (si hay que recortar, los sueldos tiemblan) y la devaluación del puesto de trabajo (existe la creencia de que cualquiera puede hacer de periodista, por tanto, no se valora debidamente la actividad profesional. Todos tenemos derecho a la libertad de expresión y a informar, pero para ejercer como periodista hay que tener la correspondiente titulación, esto debería implantarse previa negociación con el sector y sin efectos retroactivos).

La de periodista también es una profesión vapuleada éticamente. La Prensa arrastra un posicionamiento ideológico excesivo y su enorme dependencia de determinadas fuentes de financiación dilapida su libertad. Esto se traduce en unos bajos índices de credibilidad ante los ciudadanos. La selección de contenidos y su enfoque están condicionados en demasiadas ocasiones por factores políticos, ideológicos y económicos que nada tienen que ver con los principios del periodismo. Lo mismo que no podemos obligar a un cirujano a operar sin anestesia, tampoco podemos obligar a los periodistas a amputar parte de la realidad para servir a intereses ajenos a lo que dicta el código deontológico de la profesión.

Estas miserias no afectan ni a todos los medios de comunicación ni a todos los periodistas ni a todos los directivos por igual, pero sí es cierto que es una realidad muy extendida, un auténtico cáncer que socava los mismos pilares de la democracia. Ésta no existe si no hay un sistema de medios plural y libre, y malvive si los profesionales que informan lo hacen bajo la lápida de la precariedad y de la frustración. Los que nos dedicamos a esto de contar historias, somos los primeros que debemos luchar por cambiar este panorama.