sábado, 20 de abril de 2013

Debemos pagar la calidad



El País parece decidido a cobrar por sus contenidos digitales, una postura que, sin duda, apruebo. Y es que, o los periodistas nos ponemos en nuestro sitio, o vamos a trabajar gratis en la Red toda la vida. Esto no es ataque a nuestros queridos lectores, es, sencillamente, una medida desesperada para no irnos todos a la calle. Como dice la nueva directora de Le Monde, Natalie Nougayrède, la información de calidad no puede ser gratis. Ya existen experiencias de cobro que parecen dar buenos resultados, es el caso de The New York Times. El mundo del periodismo está sufriendo una revolución salvaje a vida o muerte por la crisis y por el gratis total que permite Internet. Ante este panorama, empresarios y trabajadores tenemos mucho en qué pensar por el bien de todos. Aquí tenéis un reciente editorial de El País sobre este mismo tema.





La prensa rigurosa ha ejercido hasta ahora su importante rol en las sociedades democráticas gracias a un modelo industrial que combinaba dos fuentes de ingresos: la publicidad y el pago de los lectores. Este modelo permitió durante años la solvencia económica necesaria para garantizar la independencia de los medios, abordar las crecientes exigencias informativas de una sociedad cada vez más compleja y ofrecer un producto que mereció, en general, la confianza de la ciudadanía. Ese modelo está ahora en crisis por la caída de la publicidad, cuyos ingresos se han reducido a la mitad desde 2008, y por el retroceso de las ventas en quiosco a causa de la recesión económica y por la emergencia de las nuevas tecnologías que permiten el acceso gratuito a los contenidos.

Las nuevas herramientas digitales han dado a los diarios las mayores audiencias de la historia y, sin embargo, no garantizan los ingresos suficientes porque el acceso es gratuito. La mayoría de los medios, tanto en España como en el resto de países avanzados, han aplicado dolorosos ajustes de plantilla y severos planes de contención de gastos, pero el declive persistente de los ingresos amenaza su continuidad a corto y medio plazo. Ante esta coyuntura, cientos de diarios, incluidos algunos de referencia, como The New York Times, han comenzado a aplicar fórmulas de pago para poder cobrar los contenidos de la edición digital. La mayoría de ellos se ha inclinado por un modelo que permite acceder de forma gratuita a los lectores ocasionales, pero exige el pago de módicas cantidades a partir de un determinado número de artículos.

El cambio puede chocar con los hábitos que ha introducido la cultura de la gratuidad que se ha consolidado en la Red. El acceso fácil y sin coste a ingentes cantidades de contenidos puede dar a los ciudadanos la impresión de que la información no tiene coste. E incluso que tiene poco valor. Pero no es así. Muy al contrario. Sin información de calidad, la democracia se resiente. Los ciudadanos han de saber que la información independiente y fiable es hoy más cara que nunca, porque exige profesionales con un elevado nivel de conocimientos, un trabajo de verificación en ocasiones complicado y unos soportes técnicos también muy costosos. No hay información sin coste, y menos, información de calidad. La contribución de los lectores ha sido un factor esencial para la independencia de los medios respecto del poder y de los anunciantes. Y eso también es aplicable a la Red.

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