“Con frecuencia el pasado se construye como una genealogía
naturalizadora y legitimadora del presente.”
Josep Fontana, prólogo de El PCE y
el PSOE en la Transición.
Artículo de colaboración de Alexis Lara, sociólogo
![]() |
Alexis Lara, sociólogo. |
Tras la muerte de Franco el cambio hacia el nuevo
modelo se produce desde arriba. Es
decir, creado y transmitido por las élites para configurar los marcos de
significado que operan en la opinión pública. Se trataba de una situación
basada en el consenso y con el objetivo de representar –como cualquier otro
régimen– el interés general. El consenso se presentaba como algo bueno en sí
mismo, prevenía “que nos matásemos entre nosotros” y presentó la transición
como un punto de partida para seguir avanzando hacia un país más moderno. No
obstante, tras el 23F, el Régimen del 78 se convirtió definitivamente
en el punto de llegada.
Este proceso produjo un equilibrio de fuerzas
políticas que acaba congelándose en un momento dado mediante unas instituciones
(ejército, Iglesia, medios de comunicación…) que generan unos motivos para la
obediencia y para la interpretación de la realidad. El Régimen del 78 consiguió así que sus ideas se convirtieran en
hegemónicas, adaptándose en la sociedad recientemente creada y banalizándose,
de modo que sus prácticas sociales se convierten en rutinarias. La lealtad de
los ciudadanos al sistema acaba por cerrar el círculo del mito fundacional de la democracia española.
Durante los años posteriores a este proceso, comenzó a
fraguarse un nuevo sentido común, es
decir, “aquel conjunto de suposiciones inconsciente que aparece como una parte
natural, transparente e innegable de la estructura del mundo” (Geertz, 1975),
alrededor de un orden institucional que permitía al poder estar fuera del
conflicto y con sus símbolos (himno, bandera, escudo…), sus rituales y sus
entidades (monarquía, estado autonómico, bipartidismo…) presentándose como una
suerte de consenso indisoluble. Esto posibilita que exista gente que interprete
la transición como una biografía personal y que cuando esta se cuestione, estas
mismas personas se vean atacadas, dado que han construido su vida alrededor de
este mito fundacional de la democracia española, un hecho que apela a emociones
y sentimientos. En última instancia, el conjunto de ideas triunfadoras del
proyecto constituyen la realidad para muchos españoles “para lo cual es
necesario a su vez haber caído en la cuenta de que en ell[a]s lo que está en
juego no es tanto la verdad, sino el cumplimiento de un conjunto de funciones
sociales como la estabilidad, el entretenimiento, la absorción de la
inseguridad o la creación de buena consciencia” (Innerarity, 2006).
Fue, por tanto, un proceso de comunicación política
exitoso, consiguiendo, al mismo tiempo, la neutralización de la oposición
mediante la integración de algunas de sus demandas, estrategia que permitió la
desmovilización de algunos sectores. En este contexto, “uno puede opinar de lo
que quiera de esos temas, pero precisamente de esos y no de otros. Se acepta
cualquier opinión con tal de que permanezca dentro de ese marco temático de
referencia” (Innerarity, 2006). Con esto, se estableció el sistema de partidos
de la transición (1977-1982), una correlación de fuerzas “que dio lugar, en un
primer momento, a un sistema de partidos de pluralismo
limitado, donde los partidos moderados de izquierda (PSOE) y derecha (UCD)
ocuparon el grueso del espectro político, dejando poco margen de actuación a
los partidos más radicales (AP y PCE)” (González, 2013). De hecho, el
comportamiento electoral de los españoles desde 1977 hasta la actualidad se ha
basado en la moderación y la estabilidad, distribución por la cual el partido
que es capaz de transmitir estas ideas, acaba ganando las elecciones.
Este tablero político
será fundamental para entender la estrategia de comunicación política de
Podemos. Todo aquello que saliese del marco conceptual de la transición y del
consenso generado, era desplazado a los extremos dejándolo apenas sin
posibilidades políticas dado que el frame
“implica valores y sentimientos de los que las audiencias son generalmente
inconscientes. Y ese lenguaje bien armado con sus implicaciones morales y
emocionales tiene el poder de definir las realidades una vez introducido y
reiterado en los medios de comunicación” (Lakoff, 2007). El frame,
efectivamente, era ese consenso sobre los cimientos fundamentales del 78.
Los pilares en los
que se sustentaba el mito de la transición –monarquía, bipartidismo y estado
autonómico– se están reformulando.
Podemos aprovechó la ocasión para reenmarcar la situación actual y para
plantear un nuevo tablero político fuera del eje ideológico izquierda-derecha
(aunque tras las elecciones generales de 2016 el eje ha recuperado fuerza).
Pese a todo, su comunicación política se ha basado en polarizar entre los de
arriba y los de abajo, la casta y el pueblo; las élites y la gente y por
tanto apelar a un nuevo sujeto político colectivo aún por construir.
Bibliografía
González, JJ (2013) “Las elecciones
democráticas en España (1977-2011)”, P. 1 – 2
Innerarity, D. (2006) “El nuevo
espacio público”, Madrid. Espasa, pp. 82, 91
J. Andrade (2014) “El PCE y el PSOE
en la Transición. La evolución ideológica de la izquierda durante el proceso de
cambio político”, Siglo XXI de España, prólogo de Josep Fontana.
Lakoff, G. (2007) “No pienses en un
elefante”. Madrid. Foro Complutense, p. 2
Morán, M.L y Mosteyrín L.F. (2014)
“Encontrar la cultura: estrategias de indagación para el análisis
sociopolítico”, p. 46
Swidler A. (1996) “La cultura en
acción: símbolos y estrategias”, Zona Abierta 77/78, pp. 143
---
** Puedes seguir a Alexis Lara en su cuenta de Twitter y leer más sobre su pensamiento AQUÍ.
No hay comentarios:
Publicar un comentario