sábado, 3 de abril de 2010

Semana de Pasión, semana de comunicación




Olvídate por unos minutos de tus prejuicios (todos los tenemos), no pienses en si lo pasaste bien o mal estos días, despeja tu mente y trasládate a la bulliciosa calle, plaza o balcón desde donde viste los desfiles procesionales. Cierra los ojos… ¿notas el olor? Es especial, ¿verdad? Suenan los tambores, las trompetas, la campana del trono… ya es imposible no abrirlos y contemplar el espectáculo. Decenas de personajes pasan por la calle, cada uno con un papel; los colores inundan el vestuario, los rostros de las imágenes nos hablar sin hablar…

Nada es inocente en la Semana de Pasión, que, entre otras muchas cosas, es una semana de comunicación a lo grande. Y es que éstos, no son sólo días de sentimiento religioso, actividad económica, turismo o descanso. La Semana Santa nos expone a un sinfín de mensajes que, en multitud de ocasiones, pasan desapercibidos. No hablamos aquí de la bondad o no de esos mensajes (ni siquiera de cuáles son) sino, simplemente, de su existencia. Son instantáneas que percibimos gracias al lenguaje no verbal. Éste está muy presente en nuestra vida diaria y comunica tanto o más que la palabra o que el lenguaje verbal (ya sea hablado o escrito).

La mirada, el tono de voz, los gestos, la ropa, el perfume, el peinado, la forma de sentarnos… todo, absolutamente todo, comunica. Por eso, cuando hablemos en público, debemos acordarnos de la Semana Santa. Los desfiles procesionales podrán gustar más o menos pero lo cierto es que están bastante preparados. En ellos, el lenguaje no verbal es fundamental. Recordad el rostro de la Virgen, el dolorido cuerpo de Jesús, los colores de las túnicas de los nazarenos, las melodías de las bandas de música… entre todos, forman una orquesta perfectamente coordinada. Cuando prepares una intervención pública, no dejes nada al azar, piensa bien cuál es tu idea principal y afina tu orquesta retórica sin olvidar que tus ojos, tus manos y tu vestuario también hablan. Si no los cuidas, pueden jugarte una mala pasada.


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